Hay un momento en la adolescencia en que todo parece perdido aunque nada en realidad se ha perdido. La vida duele y no es de ningún lugar ni se pertenece a ninguna persona, institución o moral. Se sueña con el príncipe, la princesa, el actor de moda, la cantante guapísima que nos canta al oído, el concurso, el viaje, el maestro, o la maestra que vendrán a salvarnos y reconocernos. Se cuestiona la religión, los roles sociales, la sexualidad. Se teme el futuro y se anhela el futuro y se desconoce el papel que se asumirá en ese mundo que se aproxima.
Fue Un Viernes
Lo recuerdo como tantas cosas de ella. Era de noche y una plática indiferente como cualquier otra en esos días se daba entre los dos. Jamás imaginé que el final de aquella charla sería el más egoísta del que pude haber formado parte. Todo terminó con un insensible “Ciao Michel!, un gusto haberte conocido!”. Me congelé y por momentos sentí un vacío terrible en mí. No podía entender el por qué de la frase y entre lágrimas, las que creía serían las últimas no le hallé razón alguna. Tampoco ella pudo darme un motivo, lo entendí y no pedí más porque sé que cada persona tiene derecho a hacer lo que más le convenga sin necesidad de dar una explicación a su acción. Al parecer, entre los dos escribimos una historia que comenzó por el final.
Desgraciadamente, no mandamos en los espíritus de los demás. Estas cosas, cuando ocurren, que es muy triste que ocurran, hay que aceptarlas y seguir adelante.
Tiempos Mejores
Hay ocasiones por las que no pasamos un buen momento o creemos que así es, quien sabe. A veces nos ocurre pensar que estamos solos.
Y es que miramos frente a nosotros y también detrás en busca de alguien que nos ayude a eliminar el mal sabor de boca que nos ha dejado una ingrata experiencia… pero por más que buscamos, no encontramos a nadie. Sin embargo, muchas veces olvidamos ver a nuestro costado, izquierdo o derecho, no importa, porque cuando lo hacemos nos damos cuenta de las personas que han estado, están y estarán siempre junto a nosotros para hacernos olvidar lo malo y devolvernos esa sonrisa que habíamos perdido por un instante.
Tristeza
Yo no puedo decir: amada mía,
porque no la tengo, y no la he tenido,
y en esta adolescencia no la espero.
Vendrá más tarde, vendrá,
seré muy viejo
y tal vez ésa siempre indiferente
tras muchos años vuelva.
Ya perdí la esperanza
de que me diga alguna joven:
amado mío